lunes, 24 de junio de 2013

Confesiones II



Me gusta platicar con los pájaros. De madrugada, en lo posible.

Y ¡Cómo extraño escribir!
y sentirme un Joaquinito, como mi hermano, o Sabina.
Quiero volver a darle la intensidad de Galeano a mis días,
quiero darle el gesto de idea a mis hazañas.
Quiero saber amar como Valentina Paola.
Quiero tener el valor, que siempre tuvo mi vieja.

También creo que ella merece esa diversión,
que nunca tuvo, o eso creo yo.
También quisiera que escribamos un libro,
y en él, también, sacarnos la ropa y el dolor.

Confieso que amo cantar bien alto,
con Nico o Lucas, sentirnos Noble, Calamaro.
Extraño escribir textos y sentirme un poeta.
Amaría escuchar al amor de mi vida decir:
                                                                Quiero ser tu musa.

Soy consciente de que me engaño con ciertas cosas.
Odio la idea misma de querer ser diferente.
Quisiera no abatatarme cuando voy a tacklear.
Me miro frente al espejo, me guiño y sonrío.

Mato por ser esa mejor versión.
Pero no quiero dejar nada.
Ojalá fuera más fácil que las cosas sean mas complicadas.
Solo para escribir, como ahora.

Y así voy, y así sigue la historia.

Confesiones I

Necesito ser sincero.
Debería aclarar mi mente.

No confió ni creí nunca en mis convicciones.
Acabo a menudo abrazado a la nostalgia.
Me gusta que la correa apriete mi cuello,
                        que ni tan tan ni muy muy.

Admito que no entiendo nada de política,
también confieso que no me interesa no entender,
solo lo hago por amor. O vergüenza.

Muy seguido muestro la hilacha,
me encuentran cantando alguna cumbia villera.
Soy bipolar, pero que nadie se entere.

Me miento, eso ya lo sabemos.
Y... la dieta, que arranca todos los lunes
                 en mi semana que arranca el martes.


El poker es uno de mis placeres,
confieso que el sexo es una adicción.
Pero cuando el mano a mano es con ella,
mi mano preferida no se hace cerca del flop.

Me atraen los dados, la ruleta y sus tetas,
me suelo perder pensando en lo que hay debajo de su ropa

Y ahora extraño lo difícil,
le tengo terror a los nuevos desafíos.
Me gustan los libros, aunque yo, nunca les caí bien.
Y ahora, extraño lo difícil.

Porque nunca me gustó ganar por gol en contra,
porque siempre quise dedicarle un gol.

sábado, 1 de junio de 2013

Beso castaño a kilometros


Y ya no importa nada. Las cosas no salen bien, tampoco salen mal. No estamos juntos y nada es igual. Las reacciones son mas tensas, las emociones son frágiles. Nos cansamos, nos odiamos, no soportamos estar separados, nos desgastamos e insultamos... 


Supongo que si no nos amaramos de esta manera estas cosas no pasarían. Supongo que si no estuviéramos locos el uno por el otro esto sería muchísimo más fácil. No soy fácil de llevar, no sos fácil de domar, y los kilómetros demuestran su protagonismo. 


Recuerdo tus ojos, tu sonrisa y tu voz, nuestros momentos y los besos, esos benditos besos. Recuerdo tu piel, siento tu olor. Todo en la calle me recuerda a vos. Te veo en todos lados. 


Me siento un loco. Pero no me importa, porque es algo que va mucho más allá.. Porque no es que te extraña mi cabeza; es algo único: comienzo a verte en cada esquina, en cada escena. Sos bibliotecaria, jugadora de jockey, ama de casa, estudiante, empleada; sos perfume de flores y ropa nueva, sos una canción de Bruno Mars y de Sabina, sos una taza de te, sos un comentario de excelencia, sos un 10 en un examen de cualquiera. Sos lavar con agua caliente, sos acomodar el pan para que quede derecho, sos todos los temas de Salta la Banca, sos cada puesto de Todo Moda que encuentro. Sos cada capitulo de Castle que veo. Sos la que provoca mis problemas mañaneros, sos la que me visita en sueños de vez en cuando. Sos mis ganas de querer ser mejor, sos mi rabia, y mi calentura. Sos mis peleas y mi incertidumbre, sos mis celos, sos los ojos más hermosos que haya visto jamás. Porque combinan perfecto con tu cara, con tu boca, con tu pera. Con tu pelo castaño. Con tus aros y con tus cejas.

No se como no logro controlar..te a veces. Se supone que tendría que tener claras ciertas cosas.No puedo, cada día somos diferentes, y un día me odias, un día morís por verme. Un día lloro cuando vuelvo del laburo, otro día me pongo a cantar frente al espejo y ver nuestro retrato colgado al lado. Nuestros retratos, por todos lados. Y los delfines, y tu enterito, y mi camiseta de Herradura, y la botella de Frizze, y los parlantes, y mis manos, mis brazos y tu cuerpo, nuestra alma, nuestra mente, nuestras locuras y diferencias. Nuestras ganas de darnos la chance. Siempre una mas.

Quizás de eso trate el amor.

martes, 16 de abril de 2013

Noche de Niebla


Como se hizo tarde, puse a calentar el auto y de entre la neblina ella apareció. Me pidió fuego, hablamos un rato y le ofrecí subir al coche, porque hacía un poco de frío. Hablamos un rato largo, le conté de ustedes, pero como no aparecían, puso su mano en mi pierna.

Lentamente me besó en el cuello, porque le corrí la cara. Sentí su lengua bailar en mi cuello, sentí el camino húmedo que iba dejando en el camino. Me besaba intensamente, paseando su mano por toda mi pierna y delicadamente me tocaba sobre la cremallera.

Su mano ahora estaba en mi pecho, por debajo de la camisa… yo ya no hacía nada. Sus labios seguían decorando mi cuello. Sus manos rasguñaban los costados de mi pansa, pero se sintió incomoda, y sin pedir permiso se levantó y se sentó arriba mío, dejando de intermediario entre nosotros nada más que la ropa.
Yo no lo resistía, y hacía presión con la espalda en el respaldo del asiento, estirando las piernas. Y al encontrar la diagonal, ella encontró el momento, para acomodarse la pollera que ahora  no hacían más que cubrirle el abdomen.  Sentí ese calor.

Me miró a los ojos.  Nunca unos ojos me habían penetrado así. Puse mis manos sobre su cadera, como para tomarla y sacármela de encima. Pero no lo hice. Ella puso sus manos sobre las mías, y las deslizó por un segundo, hasta cambiarlas de lado (su mano derecha en mi izquierda y su izquierda en mi derecha) así, arrugó sus puños, tomando los extremos de su remera, se la fue levantando, hasta dejarla tendida sobre el asiento del acompañante.

Me sorprendí, tenía unos senos perfectos para mis manos, aun sin tocarla.

Me tomó otra vez las manos, llevándolas hasta su espalda… obligándome a desabrocharle el corpiño y quitárselo. Y recién ahí, al verla semidesnuda, lo pude ver: Era hermosa. Volvió otra vez a agarrarme a los costados del pecho y me besó al oído: sentí su lengua, su respiración agitada. La humedad del contacto, sus pechos en mi pecho. Sentí éxtasis.  La tome fuerte por el pelo y le besé lenta pero intensamente el cuello. Y a mi mano le correspondió por debajo de su falda… ella no dijo nada. Me susurró algo al oído, pero no le entendí. Sentí su sonrisa.

Hay instantes en la vida en la que el cuerpo actúa por si solo, sin pensar. Mis manos terminaron el trabajo que ella había comenzado y acabaron de bajar mi jean, y su conjunto. Me dio ese segundo de espacio, y supimos darle invitación a nuestros sexos. Sentí el calor, los bellos, su piel, la transpiración burlando el invierno externo, la comodidad y exactitud en la que nuestros sexos coincidían. Ella empezó a subir, bajar. 

Mi boca terminó deslizándose por sus senos, mi besos le susurraban a sus pezones. Fueron los momentos más increíbles de mi vida. Ella continuaba subiendo y subiendo, brincando, balanceándose, tocando su mejor música. Se recostó sobre el volante, yo la abrazaba ella me rasguñaba la espalda y los brazos. Y los dos le dimos fin a esa fabulosa drogadicción de sexo. Suspiramos los dos, y la bese, la bese y la bese, y la besé, por todo el cuerpo recostado en el volante del Renault. 

Luego de un rato escuche las voces de ustedes que se acercaban. Ella cogió su remera, se la puso, guardó su corpiño en la cartera y abrió la puerta del auto.
Todavía arriba mío, me miró una vez más. Sonrió, me volvió a besar en el cuello y nuestros seños se despidieron lentamente.

-¿Cómo te llamas? –Fue lo único que se me ocurrió preguntarle.
-Eso no importa ahora, ¿no? – contestó. Entonces cerró la puerta. Y se fue bajo el rocío.  

viernes, 12 de abril de 2013

No pude decirlo



Cuando la llamé aquella tarde no pude decirlo.
                                                                                Los otros días junto a ella tampoco.
Hoy, a segundos antes de irme, encontré la respuesta.
                           Pero la hallé escrita con su letra:
Te deseo

Nunca mis manos estuvieron tan frías.

sábado, 16 de marzo de 2013







La habitación se cae a pedazos,
las paredes están siendo rasguñadas,
quizás por mi, quizás por un nuevo comienzo.

Confieso que aún no se,
si es que se caen a pedazos
o sí es el cemento, que todavía no secó.

Me cuesta creer y dejo a la duda intranquila.

Afuera llueve,
o me gustaría creerlo.
Me agrada imaginar diferentes climas.

Escribo recostado, semidesnudo,
sobre una pared, casi tan húmeda
como las calles de Córdoba luego de la lluvia;
bajo en este otoño, que lagrimea.