lunes, 26 de septiembre de 2011

El diablo de tu corazón

Darle alas a esta furia sin razón -Hasta en el cielo debe haber, alguna que otra injusticia.








Ella me lo dijo. Yo estaba todavía mareado, nunca me he llevado demasiado bien con el alcohol. Estábamos en la cama, semi desnudos, creo, o así lo imagine. Estaba recostada sobre mi pecho, nuestra piel era una sola. Nos quedamos dormidos, y no nos importó. Hay veces en las que la vida toma segundo plano.
Me dormí intensamente, ella me lo contó horas después. Habrá sido en un sueño, porque ella estuvo conmigo en la cama toda la noche. Entonces Él me llamó a su oficina.




-Se acabó el tiempo. – dijo frunciendo el sueño.



-Necesito un favor. Me gustaría saber si podrías darme una mano. – supe contestarle rápidamente, aunque los labios me temblaban.


-Quizás pueda darte una mano.
-No quiero que me olvide, no quiero arruinarlo, quisiera que mi alma descanse siempre con ella. Que mi vida sea ella.
-Sabes que es imposible, sabes lo que podría suceder.
-Quiero y puedo dejarlo todo por tan solo un recuerdo con mi nombre en su memoria.
-Aunque quisiera ayudarte, también sabes que esos trámites no los hago yo. Entendés en lo que te estarías metiendo.
-Pero… ¿eso sería para siempre?
-Sí, se volvería propiedad de el. Al menos hasta que ella muera, o vos cumplas la condena.


Vacilé un segundo.


-No me importa. -Entonces él te buscara, y se te hará difícil ir con el. Pero ella te va a ayudar con eso.
-¿Me va a echar?
-Solo tú lo sabes.


Entonces la cama continuaba tibia, sus senos y su ombligo adornaban mi costado. Su brazo dormitaba en todo mi pecho. La sentía respirar, pero no me podía mover, para abrazarla y decirle que la amaba. Era como si estuviera bajo una anestesia profunda e intensa.



Y ahí llegó. La habitación comenzó a arder, y no le hacía asco a su oportuna y esperada presencia. Se recostó sobre un costado de la puerta, y me di cuenta que la miraba, la deseaba, a ella que era mía. Pero seguía sin poder actuar, seguía preso de un sueño.


Entonces se acercó, y le susurró al oído, ahí sobre mi pecho.


-Despiértalo.


Ella reaccionó al instante. No resultó muy sorprendida, quizás no haya sido su primer encuentro.


-Apúrate, despiértalo, que tenemos que irnos los dos, ya se está haciendo tarde.


Supongo que ella sabía que podría pasar. Bien sabía que moriría si no me iba con el. Le hizo caso al despegarse de mi.


-Mi amor, vamos, dale, ya es tarde y debes irte un rato. Juro que volveras. Despierta por favor. Despierta, Eze, Eze, ¡Ezequiel!



Entonces conciente o inconcientemente no pude más que despertar. Él ya no estaba más, sin embargo sabía bien que tenía que irme con él durante un tiempo, para poder respetar el trato. Ella dejó caer unas lagrimas… no podía soportarlo otra vez. Intentó besarme y no la dejé, así que bajó la cabeza y me beso intensamente en el cuello, y sus lagrimas brotaron sobre el. Volvió y me miro a los ojos. Sonrió.
Mi alma le devolvió una última mueca.
Entonces apareció una vez más, con su reloj en mano. Me miró a los ojos, estiró el brazo y me tomo la mano. Camino hacia la puerta, hacia la salida. Ya era hora de volver a su casa, donde tanto calor hace y no existen las nubes.


Voltee una vez, para conseguir un recuerdo que me dure un tiempo imprudente. Llorando me sonrió. No había vuelta atrás.


-Te Amo.


Su voz sonó en toda la habitación como una bala en mi pecho. La mire y lloré. Sin darme cuenta que ya no me tomaban de la mano, y el vacío del pecho se volvió a llenar.


-Que lindas son las horas a tu lado. –no pude decir más.


Comenzó a reírse, vino corriendo y me abrazó. Nos miramos a los ojos, y nos besamos, solo como el momento supo hacerlo.
Y despertamos los dos, ahora completamente desnudos, abrigados de nuestra piel tibia, besándonos. Me miró a los ojos.
-Te amo. –dijo una vez más... o tal vez lo soñé.


Entendí que no podría venderle mi alma a nadie, hace un tiempo es propiedad de ella, exclusivamente de ella.





Gracias por hacerme despertar todos los días, para poder vivir este sueño juntos.




E.P.R.


20/09/11