viernes, 28 de enero de 2011

Vaso medido



Eran las nueve de la mañana, me desperté y fui directo a lavarme la cara. Abrí la canilla, llené de agua la pileta y metí la cabeza. Cuando estaba ahí empecé a pensar, todas las cosas que tenía para la escuela, y se me bajo un poco el autoestima.

Me puse la toalla en la cabeza y fui para la cocina. Todavía medio dormido me quedé mirando un vaso de agua medio vacío que estaba sobre la mesa. Sonó el teléfono y como yo era el único que estaba en la casa a esa hora, fui a atender. Era mi viejo, llamaba para preguntarme si iba a comer con él al mediodía. El vive a unos kilómetros de mi casa, con un amigo. Estaba por decirle que si, cuando sonó una alarma y me di cuenta que si tomaba el colectivo para ir con él no iba a terminar la tarea de Economía.

Puse algo de música, y llamé a mi vieja al trabajo. Después de darme ciertas tareas para hacer durante la mañana le comento que Bruno, un amigo mío, hacía una fiesta en su casa esa noche. Apenas terminé de proponerle que me deje, recordé ese dos cincuenta en matemática. Y como ella tiene una memoria con absolutamente todas las tareas, obligaciones y horarios mías y de mis hermanos, se acordó al instante de esa nota. Me dijo que no sabía, que después hablaremos del tema. Terminé enojándome.

Me puse a hacer el trabajo ese, con un poco de calentura. Cuando logré terminarlo, eran las 12:30. Si no salía rápido iba a perder el colectivo, así que abrí la heladera agarre una empanada fría que había y la fui comiendo en el camino. Cuando cerraba la puerta volví a ver el vaso medio vacío.

Estaba a una cuadra de la parada, (pero a una cuadra de esas de campo, esas que parecen ser interminables) cuando vi que se asomaba el colectivo. Tuve que ir corriendo, y con el calor que hacía. Estaba al lado ya, me pare para buscar la plata en el bolsillo, y se me calló la carpeta con los apuntes. Me agache rápido a recoger las hojas, sentí que me miraban a través de la ventanilla, y el chofer me toca bocina. Agarré todo así nomás y me subí.

Tenía Economía en la última hora, así que estaba más tranquilo. La primer hora fue tan aburrida, que recosté mi cabeza sobre mis brazos, arriba de la mesa. Me quedé dormido. Por consiguiente, me mandaron a firmar.

-¿Que hace Pereyra acá?

-Tenía sueño.

Volví al curso, ahí estaba el profesor, sonriéndome, gozándome. Fui directo hacia el fondo y me senté en mi silla. Me importaba nada esa materia, no lograba entender de que me irá a servir saber el valor de X y tener que ubicarlo en un grafico además de mil formulas aptas para romperte la cabeza.

Salimos al recreo, totalmente hartos de estar ahí dentro. En el patio, me senté sobre una columna a pasar el rato, mirar, hablar, y volver a mirar.

Se hizo la hora de entrar, y cuando todos estábamos por ingresar al curso, salió la preceptora a comunicarnos que la profesora de Economía había faltado. Que teníamos hora libre. Todos comenzaron a festejar, y yo indudablemente también. Me renació una sonrisa después de toda una mañana de mala suerte.

Ya era tiempo de irnos del colegio. Fuimos a la plaza, y nos deleitamos con esas cinturas de sexo femenino. La belleza en persona me sonríe, y deja escapar un guiño.

Mi corazón se puso a bailar un rock and roll, mientras tira chispas llenas de viveza y despertar.

Los chicos fueron a comunicar lo de la fiesta en casa de Bruno, mientras a que a mi, me entraba una llamada telefónica al celular. Era mi vieja.

-Hijo, esta noche tengo que hacer unos tramites, habla con tu papá y quédate con él, así no te quedas solo en casa.

-Bueno, esta bien. Ah, otra cosa, al final ¿puedo ir?

-Eeeehm, solo esta noche. Ya que de todos modos a la noche no ibas a estudiar. Pero que te pase a buscar tu papá.

Apenas corte con ella, lo llamé a mi viejo, para avisarle. Al principio no le convenció mucho, pero accedió a la propuesta.

Esa noche, recuerdo haberla pasado muy bien. También recuerdo a la chica de la plaza, que estaba ahí, vistiendo una reluciente pollera azul, remera blanca, y con un rodete en la cabeza.

Un par de miradas hicieron todo el trabajo, los labios se encargaron del resto.

Grandiosa noche, solo podía ver sonrisas, copas, risas, excesos.

De regreso a casa, venía charlando muy fluidamente con mi papá, algo que no sucedía muy a menudo. Nos despedimos con un beso y un abrazo, luego de tanta comunicación. Fui hacia la puerta, saqué las llaves, y abrí. Luego de dejar las cosas voltee la vista hacia la mesa. Todavía estaba ahí, el vaso medio lleno.

Caño por caño, beso por gol.




En el instante que la vida le dio comienzo, supe que valdría la pena. Desde ese entonces la pude llevar, todo el tiempo; aunque a cada gol recibía un empate, y viceversa.
Tantos lujos, que ignoré completamente, las pequeñas cosas.

Continuaba el empate, y la gambeta bailaba conmigo, a la par.
Después comencé a notar, que la teníamos ambos equipos, y dude. En ese momento, me sorprenden por atrás y me la roba un gran pequeño detalle que había dejado en el banco; éste me la roba, gambetea frente a mi unos segundos, y yo desconcertado no se qué hacer. Amargamente me como un tremendo caño.

Hasta mi propia estrategia me jugó una mala pasada. Ahí, volví a dudar unos segundos, asombrado por la situación, mientras se reía a carcajadas, ahí delante mío.
No muchas cosas pasaron por mi mente, pero agache la cabeza, y el reloj se tomó un descanso.

En ese instante me di cuenta que estaba agitado, y cansado de jugar todo el partido, aún sabiendo que solo faltaban un par de minutos para el final.
Pero a pesar de mi agotamiento, noté que lo estaba disfrutando, a pleno.
El tiempo decidió regresar.

Alzé la vista, y ahí estaba, todavía riéndose de mí, y de su hazaña. Solté una risa, y meneé la cabeza para ambos lados. Volví a reír…
No le quedó otra que ahogarse en su propio silencio. Le grité, asustándolo; mostré una sonrisa y se la quité.
Inútil se sintió, y volvió al banco.

El partido continuó, pero no se lograba definirlo. Aunque los dos teníamos tácticas diferentes, seguía siendo una rueda sin final.


Después de tanto ida y vuelta, olvidé como iba el marcador.
Adicionaron un par de minutos; y poco antes del final me regalan un tiro libre, en la entrada del área, a unos pasos del arco rival.
De un beso fue directo al ángulo, y mi alma se llenó euforia, y paz.
Termino el partido, y pude oír rumores entre bocas de que había perdido, y según decían, por goleada. Pero no me molestó, no. Fue más que un partido; más que un resultado. Y desde ese entonces la victoria me la llevé yo.
Ese detalle, ese el del banco que se burló de mí, ya no puede verme a la cara.


A cada beso un gol.

domingo, 23 de enero de 2011

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Del ardor de un fuego

Que no logré ver

A las cenizas mojadas,

Que vi pasar ayer.

Puedo pasar,

A tantas cosas.


De ese calibre que amenaza ganarle al sol

De esos roces inquietos que surgieron de los dos.