Saturación eterna
de líos que no terminan.
Una y otra vez me aturden
para que no pierda esa costumbre.
Me observan caer,
aunque no piensan darme una mano,
y mientras naufrago en silencio,
me dan la espalda entera.
Cuando me hundo, y suplico piedad,
ahí cuando la tierra me traga
y no me deja siquiera llorar,
voltea su rostro y me enseña su mejor perfil.
Dejo de hablar y espero,
alguna reacción,
un gesto,
una mueca,
algo.
Pero solo queda quieta,
y agacha la cabeza sin emitir sonido alguno.
Ese es el punto en el cual muero de incertidumbre,
me rindo en mi, generando mi propia agonía
me ahogo en el silencio,
como en mi grito mudo,
infinito.
Ya casi completamente absorbido por este suelo
reacciono,
y, regreso.
Me encuentro caminando por un bosque
el que me resultaba algo familiar
y al continuar mi camino, veo ese lodo
en donde me encontraba atrapado;
tomo carrera, y lo evito.
Ese perfil se fugó entre sombras,
en mi mente no volvió a alquilar.