viernes, 28 de octubre de 2011

Renault (borrador)



Cuando se hizo tarde, les dije a ustedes que los esperaba afuera. Me puse a calentar el auto y ella apareció. Me pidió fuego, hablamos un rato y le ofrecí subir al coche porque hacía un poco de frío. Hablamos un rato largo, le conté de ustedes, pero como no aparecían, se me acercó un poco, puso su mano en mi pierna y lentamente me besó en el cuello, porque le corrí la cara. Me besaba intensamente, paseando su mano por toda mi pierna, hasta llegar al botón de la bragueta. Lentamente lo fue desabrochando, y lo dejó suelto. Su mano ahora estaba un poco debajo de mi pecho, levantándome la camisa… yo ya no hacía nada. Entonces empezó a besarme en el pecho, luego de quitarme la prenda por completo. Sus manos rasguñaban los costados de mi pansa, mientras podía sentir su lengua deslizarse por mi pecho, el abdomen, hasta regresar al botón de la bragueta. Con los dientes fue bajando el cierre, hasta sentir con la pera la erección.

Yo no lo resistía, y hacía presión con la espalda en el respaldo del asiento, estirando las piernas. Y al encontrar la diagonal, ella encontró el momento, para bajar un poco más el jean. Me acarició con su mano derecha por encima del bóxer, y luego cambio su mano por su boca. Solo caricias, el bóxer nunca se desprendió de mí. Entonces se levantó del asiento y se sentó arriba mío, mirándome a los ojos. Nunca unos ojos me habían penetrado así. Puse mis manos sobre su cadera, como para tomarla y sacármela de encima. Pero no lo hice. Ella puso sus manos sobre las mías, y las deslizó por un segundo, hasta cambiarlas de lado (su mano derecha en mi izquierda y su izquierda en mi derecha) así, arrugó sus puños, tomando los extremos de su remera, y lentamente se la fue levantando, hasta que la tiró sobre el asiento de al lado.

Me sorprendí, tenía unos senos perfectos para mis manos, aun sin tocarla. Me tomó otra vez de las manos, llevándolas hasta su espalda… obligándome a desabrocharle el corpiño y quitárselo. Y recién ahí, al verla semidesnuda, lo pensé: Era hermosa. Volvió otra vez a agarrarme a los costados del pecho y me besó al oído: sentí su lengua, su respiración con profundidad. La humedad del contacto, sus pechos en mi pecho. Sentí éxtasis. La tome por el pelo y le besé lentamente el cuello. Y a mi mano le correspondió por debajo de su falda… ella no se hizo problema. Me susurró algo al oído, pero no le entendí. Sin embargo, mis manos terminaron el trabajo que ella había comenzado y terminaron de bajar el jean, y todo. Se levanto entonces, y le dio invitación a nuestros sexos. Sentimos los pelos, el calor, la transpiración burlando el invierno que arrasaba afuera. Ella subía y bajaba, feliz como la primera vez de una niña en un sube y baja: con miedo, pero viviendo una adrenalina desconocida. Mi boca terminó deslizándose por sus senos, mi lengua coincidió con sus pezones. Fueron los momentos más increíbles de mi vida. Ella continuaba subiendo y subiendo, brincando, balanceándose, tocando su mejor música. Se recostó sobre el volante, y los dos le dimos fin a esa fabulosa drogadicción de sexo. Suspiramos los dos, y la bese, la bese y la bese, por todo el cuerpo recostado en el volante del Renault.

Luego de un rato escuche las voces de ustedes que se acercaban. Ella recogió su remera, se la puso, guardó su sostén en la cartera y abrió la puerta del auto.

Todavía arriba mío, me miró una vez más. Sonrió, me volvió a besar en el cuello y se bajó.

-¿Cómo te llamas? –Fue lo único que se me ocurrió preguntarle.

-No contestó. Me cerró la puerta en la cara despacio. Y se fue bajo el rocío.

viernes, 7 de octubre de 2011

Buenas noches Buenos Aires

-Mi abuela siempre me había hablado peste de ella, y Sabina moría de amor al verla. Poetas que no se resistieron nunca a escribirle, ni los pintores, ni fotógrafos. Nadie en la tierra no podía no soñarla alguna vez.

Sus luces, decorativas, rojo, amarillo, verde, azul y estallidos en blanco para discutir un rato con este obscurecido cielo.

Los ruidos, eternos, una indispensable característica. Gatos negros, felinos con botas en cada esquina, esperando tocar el cielo, y así, contar los billetes de su alquiler.

Un pibe corre, una dama llora. Dos jóvenes gastando besos, y un abuelo mendigando sueños, o algún peso para cenar.

Chicos malabareando pelotitas de suerte y muerte, debajo de un semáforo que vuelve su destino, sin opción o alternativa.

Y los coches, derecho a colapsar una locura innecesaria y pronunciada, la locura de ésta ciudad. Ciudad histórica… ¡Oíd mortales! ¡Despertad! Salvar el bolsillo y no tratar de escapar.

Y el bar de la esquina, donde aún Gardel vive por una cabeza, por las penas, hermosas. Inspiradoras y aspiradoras razones de soñar, llenas de vida, y llenas de magia. El agudo sonido de los silbatos, bocinas, historias de amor y de tango.

Entonces decido pasear un rato, y en un subte una armónica hace estallar mi corazón, al momento en que un nene deja una estampilla en mi pierna y un empresario grita sin compasión por un teléfono intrascendente.

Buenos Aires, tus dos caras que no quieren cambiar: Los chicos pidiendo comida, ansiando un poco de calor…puentes como hoteles, siempre tan llenos… siempre tan llenos. Llenos de muerte y de vida, de recuerdos, de quienes no están, de quienes los recuerdan y sueñan que algún día volverán con una sonrisa en lugar de pena, dejando morir o descansar en paz un corazón asesinado en las islas.

Tu incertidumbre, tu ignorancia, tu valentía y hipocresía marcando la historia. Escenario, campo de batalla. Buenos aires, que locura verte caminar y tropezar cada tanto… y tanto.

Nunca abandonó su magia. Sus calles, la 9 de Julio, el teatro. Fabuloso espectáculo. Florida, hormiguero eterno. Y los chicos, los besos, historias y balas, olvidos y esperanzas, volver a nacer y Nunca Más, blues y angustias, graffitis y palomas. Tormentas, huracanes, milonga. Un tiempo sin tiempo. Historias de amor, historias de guerra.

Mi Buenos Aires querido… (pobre de mi abuela).

lunes, 26 de septiembre de 2011

El diablo de tu corazón

Darle alas a esta furia sin razón -Hasta en el cielo debe haber, alguna que otra injusticia.








Ella me lo dijo. Yo estaba todavía mareado, nunca me he llevado demasiado bien con el alcohol. Estábamos en la cama, semi desnudos, creo, o así lo imagine. Estaba recostada sobre mi pecho, nuestra piel era una sola. Nos quedamos dormidos, y no nos importó. Hay veces en las que la vida toma segundo plano.
Me dormí intensamente, ella me lo contó horas después. Habrá sido en un sueño, porque ella estuvo conmigo en la cama toda la noche. Entonces Él me llamó a su oficina.




-Se acabó el tiempo. – dijo frunciendo el sueño.



-Necesito un favor. Me gustaría saber si podrías darme una mano. – supe contestarle rápidamente, aunque los labios me temblaban.


-Quizás pueda darte una mano.
-No quiero que me olvide, no quiero arruinarlo, quisiera que mi alma descanse siempre con ella. Que mi vida sea ella.
-Sabes que es imposible, sabes lo que podría suceder.
-Quiero y puedo dejarlo todo por tan solo un recuerdo con mi nombre en su memoria.
-Aunque quisiera ayudarte, también sabes que esos trámites no los hago yo. Entendés en lo que te estarías metiendo.
-Pero… ¿eso sería para siempre?
-Sí, se volvería propiedad de el. Al menos hasta que ella muera, o vos cumplas la condena.


Vacilé un segundo.


-No me importa. -Entonces él te buscara, y se te hará difícil ir con el. Pero ella te va a ayudar con eso.
-¿Me va a echar?
-Solo tú lo sabes.


Entonces la cama continuaba tibia, sus senos y su ombligo adornaban mi costado. Su brazo dormitaba en todo mi pecho. La sentía respirar, pero no me podía mover, para abrazarla y decirle que la amaba. Era como si estuviera bajo una anestesia profunda e intensa.



Y ahí llegó. La habitación comenzó a arder, y no le hacía asco a su oportuna y esperada presencia. Se recostó sobre un costado de la puerta, y me di cuenta que la miraba, la deseaba, a ella que era mía. Pero seguía sin poder actuar, seguía preso de un sueño.


Entonces se acercó, y le susurró al oído, ahí sobre mi pecho.


-Despiértalo.


Ella reaccionó al instante. No resultó muy sorprendida, quizás no haya sido su primer encuentro.


-Apúrate, despiértalo, que tenemos que irnos los dos, ya se está haciendo tarde.


Supongo que ella sabía que podría pasar. Bien sabía que moriría si no me iba con el. Le hizo caso al despegarse de mi.


-Mi amor, vamos, dale, ya es tarde y debes irte un rato. Juro que volveras. Despierta por favor. Despierta, Eze, Eze, ¡Ezequiel!



Entonces conciente o inconcientemente no pude más que despertar. Él ya no estaba más, sin embargo sabía bien que tenía que irme con él durante un tiempo, para poder respetar el trato. Ella dejó caer unas lagrimas… no podía soportarlo otra vez. Intentó besarme y no la dejé, así que bajó la cabeza y me beso intensamente en el cuello, y sus lagrimas brotaron sobre el. Volvió y me miro a los ojos. Sonrió.
Mi alma le devolvió una última mueca.
Entonces apareció una vez más, con su reloj en mano. Me miró a los ojos, estiró el brazo y me tomo la mano. Camino hacia la puerta, hacia la salida. Ya era hora de volver a su casa, donde tanto calor hace y no existen las nubes.


Voltee una vez, para conseguir un recuerdo que me dure un tiempo imprudente. Llorando me sonrió. No había vuelta atrás.


-Te Amo.


Su voz sonó en toda la habitación como una bala en mi pecho. La mire y lloré. Sin darme cuenta que ya no me tomaban de la mano, y el vacío del pecho se volvió a llenar.


-Que lindas son las horas a tu lado. –no pude decir más.


Comenzó a reírse, vino corriendo y me abrazó. Nos miramos a los ojos, y nos besamos, solo como el momento supo hacerlo.
Y despertamos los dos, ahora completamente desnudos, abrigados de nuestra piel tibia, besándonos. Me miró a los ojos.
-Te amo. –dijo una vez más... o tal vez lo soñé.


Entendí que no podría venderle mi alma a nadie, hace un tiempo es propiedad de ella, exclusivamente de ella.





Gracias por hacerme despertar todos los días, para poder vivir este sueño juntos.




E.P.R.


20/09/11

jueves, 18 de agosto de 2011

Mátame, asesínalo, mátame.



¿Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar?



Cuando el problema no es problema, cuando la locura puede más y se hace notar. Es complicado vivir, es complicado vivir el placer de vivir. La hermosura de seguir. El desorden matutino, las hojas olvidadas sobre el agua. Un otoño que manipula, un invierno que no existió.
La dulzura de una boca, o cualquier boca, en especial la suya, que tanta paz me da. Y te dio. La suavidad de la calma, de la evaporización de esta paranoia. Una serie de promesas que nunca se dijeron, un amor loco de amor.
La corriente cada vez más fuerte, moviendo las rocas de estas problemáticas sin fin. Los salmones locos por naufragar, más adelante.
Tu arcoíris que no gusta de aparecer. Un mate que le hace asco a este azúcar. Su vida y sus problemas, que necesitan el calor de mi cuerpo, de mi abrazo. El calor de este licor que recorre tu garganta, mientras que la mía arde por gritar Te quiero.
La ganas de caer, de decir nunca más. Infiltrarse entre las aguas y volar, sin soñar, nada, basta. Salir y voltear este reloj de arena, cambiar esas cicatrices que arden antes de lastimar. Y por pensar, por no pensar, por avanzar, por no mirar. Y entiendo que quieras lo mismo.
Ahora te digo que quiero soñar, rezar, descansar. Desaparecer, de vos que no me dejas. Que reaccionas antes de que te diga que no, o que algo. Y nada de que yo no puedo. Que no quiero. Quizás pueda matarte. Sacarte, porque no aguanto más. Cagón. Y probablemente cortarte las manos, y que no puedas escribir, como tanto te gusta y no te sale. Y te mueras en tu angustia. Y no puedas ni decir, ni hablar, ni cantar, ni soñar, y ni besar, ni hacer el amor, y ni engañarte, ni mentirte y mentirme como lo haces. ¿Cómo lo haces? ¿No te cansas acaso? Es lindo ser feliz, yo te digo. Créeme de una vez por todas. Vos podes, pero así no. Así vas a hacer que te mate; y no hay algo que quiera tanto como eso. ¿Otra oportunidad? ¿Qué tenés para darme a cambio? No te gastes en ofrecerme tu alma, no la quiero.
-Entonces no tenemos más de que hablar. Voy a morir por ella, con vos. Voy a morir por el placer, por el hermoso placer de hacerle el amor a su sonrisa, su risa y su vida. Voy a brindar por tu salud, y mi razón de ser. Mientras mi Suerte engañe tu Muerte te vas a mantener ocupado.
-Voy a seguir aquí. ¿No lo entiendes?
-Sí. Por eso mismo, ponte cómodo, el café no se nos va a enfriar nunca. La arena jamás se va a deslizar por nosotros dos.
- Y si en lugar de platicar conmigo, ¿haces algo con tu vida?
-Es porque no la veo bien. Tengo un mal presentimiento de a ratos.
-Eso déjamelo a mí. No me quites papel.
-Pero, ¿Entonces?
-Anda, ocupáte.

jueves, 14 de julio de 2011

y un beso

Cuando era más joven, cuando tenía quince, dieciséis casas a donde huir, era locura. Era pibe, soñador, capaz de lo incapaz.
La suerte daba vueltas como bola de ruleta, siempre dejaba un guiño bajo de mi manga.
Había un trato particular con el destino; le daba revancha al tiempo. Enamoraba y desaparecía, por acto de casualidad, o responsabilidad. Jugaba y ganaba, perdía y no importaba. Bailaba y me enloquecía, leía y no escribía. Tomaba, no me emborrachaba, mentía y no ni sabía.

La balanza decayó, un placer tan a pleno, un tedio enloquecido sin donde dormir. La base, una mezcla de mí y él, que me imita todo el tiempo. Un disfraz tatuado en mi... corazón. Una tormenta se avecinaba. Mi sinceridad, y tantas mentiras piadosas.
Y los asuntos pendientes, abandonados justificados, deciden volver, como quien pierde su rumbo. Y mi manía de intentar, de no escapar de los problemas.

Y qué sentir si procuran asesinarte sin tocarte, y ponerte en pie de guerra, con el peor. Te volvés enemigo, de aquél tan diferente, tan igual que vos.
Hubo que encarar el asunto, con los ojos vendados, caminar a ciegas, entregarse sin más. Renunciar al pecado, o pecar con amor, de dejar todo por solo uno. Olvidar mil bocas por una sola; dos ojos, una verdad, dos labios y un crimen.

Quizás no sea tan malo, o quizás siempre lo quise. Quizás siempre me pudo, con una mano en mi pelo, mirándome con la cabeza en mi pecho, sonriendo y tomándome por la cintura, mientras las estaciones pasan nuestro alrededor.
Y me quedé con sólo una casa donde escapar, y se volvió locura.

Susurrando, hablando en silencio, de las manos frías, o de su nariz suavecita, de las manos rondando la espalda, del pelo cayendo por sus senos.

Y la timidez, y la perversidad, y la locura de querer morirme ahí. Y las despedidas que se volvieron eternas: Un beso y un beso y un beso, un beso, un beso, una sonrisa, un beso… y uno más.

Mi sonrisa, y su risa. Vueltas y vueltas sin parar. Mareados, borrachos, sin alcohol.

Las cosas toman un giro, un curso necesario. Directo hacia el abismo, donde podría caer.

Y el viento, los terceros y las circunstancias, intentando tirarme, y tirarnos. Que yo no soy así, que no rompa los papeles. De de un títere que escapa, un títere de un montón de bocas.

Pero ella vuelve, dictándome la verdad, su verdad y la mía, la única que cuenta. Y nos duele, no sabemos qué es lo mejor.
Pero algo no nos dice nada. Y por nada sonreímos, buscándolo. No sé si lo encontramos. Nos perdemos en otra cosa. Y la despedida vuelve otra vez a ser eterna, y un beso, y un beso, y un beso, un beso, un beso…

Y creo que no voy a caer.

sábado, 28 de mayo de 2011

Y será


Será que admiramos el dolor.
Será que nos gusta vernos así, tan locos, tan perdidos.
Será que deseamos morirnos de amor.
Será que pecamos con felicidad.
Será que vivimos, pero no para morir.
Será que soñamos con un mundo mejor.
Será que un pirata te es sincero.
Será que decimos te quiero, por miedo a más.
Será que cantamos sin afinar.
Será que bailamos, porque tanta risa da.
Será que escribo, porque no te puedo encontrar.
Será que una piedra escribe a veces que extraña.
Será que sintonizamos lo desconocido.
Será que sonreímos al vernos admirados.
Será que nos encanta tropezar.
Será que nos gusta estar solos.
Será que queremos estar siempre ahí.
Será que vamos del método al cómo.
Será que quiero de amante a mi fidelidad.
Será que me siento capaz.
Será que puedo morir por vos.
Será que te sigo debiendo una canción de amor.
Será que construyo, algo que ni se.
Será que ordeno y leo y lloro con un presente anterior.
Será que veo la fuerza a mí alrededor.
Será que te canto con veintidós.
Será que bendigo cada amanecer.
Será que en sabanas frías no puedo estar.
Será que respiro, cierro los ojos y vivo.
Será que te celo, queriéndote solo para mí.
Será que amo tu libertad y la mía.
Será que lo demás no cuenta.
Será que me voy a volar.

viernes, 27 de mayo de 2011

Enojado .


Estoy enojado, no consigo escribir.
La duda cambia de rol,
La inspiración puso un punto aparte.

Las reglas cambian de rumbo,
No soy el hombre que solía ser,
Que decía ser.

Estoy seguro de mi titubeo,
De que deseo la hora de desaparecer.
Anhelando una vida a pleno,
Un autoestima adherido al suelo.

Cupido, lo engaña su ex mujer,
Lucifer abrigado, cagandose de frio.
Perdido aquél cura, en este puticlub.

Soñaba la princesa con cuentos de amor,
hoy no tira más pétalos al viento.

Estoy enojado, no consigo escribir.

domingo, 3 de abril de 2011

.

Entré, eran ya eso de las nueve de la noche, hacía un rato que había vuelto de la ciudad. Me llamó la atención el ver la puerta cerrada de la habitación, así que abrí la puerta despacio…

Algo había cambiado, algo se tornaba raro. La habitación, estaba suavemente iluminada por una lámpara, ésta le daba un tono rojizo a todas las paredes.


Cerca de mi cama, en el escritorio, había un vaso con un trago, no recuerdo cual. Las sabanas estaban todas tiradas por el piso, como quien huye con mucha prisa. Cuando determine que alguien había estado ahí, comencé a revisar. El piso estaba lleno de papeles todos hechos un bollo. El primero lo alcé, lo abrí, aunque no lograba leerlo, estaba todo tachado por la misma tinta escrita. Lo mismo sucedió con otro bollo, y con otro. Sobre el escritorio estaban, el vaso, la lapicera, un par de flores secas y cantidad de papeles, todos escritos y tachados.

Entre todo el alboroto encontré una fotografía. En ella una hermosa mujer.

Se la veía sentada en la vereda, sonriendo. Giraba su cabeza, dejaba caer su largo pelo.


Continué mirando la habitación y era lo mismo. De pronto, Julieta apareció en una puerta, la que no recuerdo a que parte de la casa daba. Ella me miraba extrañamente. Estaba desnuda, respirando fuerte. Le pregunté qué estaba haciendo en mi casa, pero no me contestó.

Se lo volví a repetir, mientras me miraba. Instintivamente desvió su mirada por detrás de mí, con los ojos más abiertos. Volteé rápidamente, y entonces lo vi correr. Salí tras él. Lo corrí por todo el pasillo.

Teníamos una velocidad parecida; pero eso lo noté más tarde.

El pasillo se hacía infinito, hasta que salimos afuera. Corrió un par de cuadras, yo siempre detrás de él.

Hubo un momento en el que lo perdí de vista, y me quedé parado en medio de la calle. Vacilé, y caminé en cualquier dirección.


Y ahí lo vi, arrodillado como alguien luego de recibir una derrota, como alguien que espera ser ejecutado. Estaba debil, mantenía la vista clavada en un punto fijo. Noté que era hacia una casa, donde se encontraba otro hombre con una mujer en la puerta. Tardé poco en darme cuenta que yo ya la conocía. Era la de la fotografía, tan hermosa como suponía: sonreía y se reía, pero no junto al intruso de mi habitación.


Éste, todavía arrodillado, se llevó una mano al rostro, para limpiarse las lagrimas. Me invadieron ganas de ir a consolarlo, aún sin conocerlo. Cuando hoyó mis pasos volteó rapidamente, se levantó y siguió corriendo. Lo seguí, pero ahora él corría ahora más despacio. Se llevaba en ciertos momentos las manos a la cara.

En la persecución, yo casi me resbalo con un charco que había en la calle, después de tanta lluvia que hubo en las últimas semanas. Pegué un salto con los ojos medios cerrados, y lo agarré.

Caímos sobre un charco de agua, más grande que los demás, y por reflejo cerré completamente los ojos sin dejar de agarrarlo.

No lo solté, necesitaba saber quién era, quién es. Abrí los ojos y lo miré fijo.

Yo seguía agarrando el agua.

viernes, 28 de enero de 2011

Vaso medido



Eran las nueve de la mañana, me desperté y fui directo a lavarme la cara. Abrí la canilla, llené de agua la pileta y metí la cabeza. Cuando estaba ahí empecé a pensar, todas las cosas que tenía para la escuela, y se me bajo un poco el autoestima.

Me puse la toalla en la cabeza y fui para la cocina. Todavía medio dormido me quedé mirando un vaso de agua medio vacío que estaba sobre la mesa. Sonó el teléfono y como yo era el único que estaba en la casa a esa hora, fui a atender. Era mi viejo, llamaba para preguntarme si iba a comer con él al mediodía. El vive a unos kilómetros de mi casa, con un amigo. Estaba por decirle que si, cuando sonó una alarma y me di cuenta que si tomaba el colectivo para ir con él no iba a terminar la tarea de Economía.

Puse algo de música, y llamé a mi vieja al trabajo. Después de darme ciertas tareas para hacer durante la mañana le comento que Bruno, un amigo mío, hacía una fiesta en su casa esa noche. Apenas terminé de proponerle que me deje, recordé ese dos cincuenta en matemática. Y como ella tiene una memoria con absolutamente todas las tareas, obligaciones y horarios mías y de mis hermanos, se acordó al instante de esa nota. Me dijo que no sabía, que después hablaremos del tema. Terminé enojándome.

Me puse a hacer el trabajo ese, con un poco de calentura. Cuando logré terminarlo, eran las 12:30. Si no salía rápido iba a perder el colectivo, así que abrí la heladera agarre una empanada fría que había y la fui comiendo en el camino. Cuando cerraba la puerta volví a ver el vaso medio vacío.

Estaba a una cuadra de la parada, (pero a una cuadra de esas de campo, esas que parecen ser interminables) cuando vi que se asomaba el colectivo. Tuve que ir corriendo, y con el calor que hacía. Estaba al lado ya, me pare para buscar la plata en el bolsillo, y se me calló la carpeta con los apuntes. Me agache rápido a recoger las hojas, sentí que me miraban a través de la ventanilla, y el chofer me toca bocina. Agarré todo así nomás y me subí.

Tenía Economía en la última hora, así que estaba más tranquilo. La primer hora fue tan aburrida, que recosté mi cabeza sobre mis brazos, arriba de la mesa. Me quedé dormido. Por consiguiente, me mandaron a firmar.

-¿Que hace Pereyra acá?

-Tenía sueño.

Volví al curso, ahí estaba el profesor, sonriéndome, gozándome. Fui directo hacia el fondo y me senté en mi silla. Me importaba nada esa materia, no lograba entender de que me irá a servir saber el valor de X y tener que ubicarlo en un grafico además de mil formulas aptas para romperte la cabeza.

Salimos al recreo, totalmente hartos de estar ahí dentro. En el patio, me senté sobre una columna a pasar el rato, mirar, hablar, y volver a mirar.

Se hizo la hora de entrar, y cuando todos estábamos por ingresar al curso, salió la preceptora a comunicarnos que la profesora de Economía había faltado. Que teníamos hora libre. Todos comenzaron a festejar, y yo indudablemente también. Me renació una sonrisa después de toda una mañana de mala suerte.

Ya era tiempo de irnos del colegio. Fuimos a la plaza, y nos deleitamos con esas cinturas de sexo femenino. La belleza en persona me sonríe, y deja escapar un guiño.

Mi corazón se puso a bailar un rock and roll, mientras tira chispas llenas de viveza y despertar.

Los chicos fueron a comunicar lo de la fiesta en casa de Bruno, mientras a que a mi, me entraba una llamada telefónica al celular. Era mi vieja.

-Hijo, esta noche tengo que hacer unos tramites, habla con tu papá y quédate con él, así no te quedas solo en casa.

-Bueno, esta bien. Ah, otra cosa, al final ¿puedo ir?

-Eeeehm, solo esta noche. Ya que de todos modos a la noche no ibas a estudiar. Pero que te pase a buscar tu papá.

Apenas corte con ella, lo llamé a mi viejo, para avisarle. Al principio no le convenció mucho, pero accedió a la propuesta.

Esa noche, recuerdo haberla pasado muy bien. También recuerdo a la chica de la plaza, que estaba ahí, vistiendo una reluciente pollera azul, remera blanca, y con un rodete en la cabeza.

Un par de miradas hicieron todo el trabajo, los labios se encargaron del resto.

Grandiosa noche, solo podía ver sonrisas, copas, risas, excesos.

De regreso a casa, venía charlando muy fluidamente con mi papá, algo que no sucedía muy a menudo. Nos despedimos con un beso y un abrazo, luego de tanta comunicación. Fui hacia la puerta, saqué las llaves, y abrí. Luego de dejar las cosas voltee la vista hacia la mesa. Todavía estaba ahí, el vaso medio lleno.

Caño por caño, beso por gol.




En el instante que la vida le dio comienzo, supe que valdría la pena. Desde ese entonces la pude llevar, todo el tiempo; aunque a cada gol recibía un empate, y viceversa.
Tantos lujos, que ignoré completamente, las pequeñas cosas.

Continuaba el empate, y la gambeta bailaba conmigo, a la par.
Después comencé a notar, que la teníamos ambos equipos, y dude. En ese momento, me sorprenden por atrás y me la roba un gran pequeño detalle que había dejado en el banco; éste me la roba, gambetea frente a mi unos segundos, y yo desconcertado no se qué hacer. Amargamente me como un tremendo caño.

Hasta mi propia estrategia me jugó una mala pasada. Ahí, volví a dudar unos segundos, asombrado por la situación, mientras se reía a carcajadas, ahí delante mío.
No muchas cosas pasaron por mi mente, pero agache la cabeza, y el reloj se tomó un descanso.

En ese instante me di cuenta que estaba agitado, y cansado de jugar todo el partido, aún sabiendo que solo faltaban un par de minutos para el final.
Pero a pesar de mi agotamiento, noté que lo estaba disfrutando, a pleno.
El tiempo decidió regresar.

Alzé la vista, y ahí estaba, todavía riéndose de mí, y de su hazaña. Solté una risa, y meneé la cabeza para ambos lados. Volví a reír…
No le quedó otra que ahogarse en su propio silencio. Le grité, asustándolo; mostré una sonrisa y se la quité.
Inútil se sintió, y volvió al banco.

El partido continuó, pero no se lograba definirlo. Aunque los dos teníamos tácticas diferentes, seguía siendo una rueda sin final.


Después de tanto ida y vuelta, olvidé como iba el marcador.
Adicionaron un par de minutos; y poco antes del final me regalan un tiro libre, en la entrada del área, a unos pasos del arco rival.
De un beso fue directo al ángulo, y mi alma se llenó euforia, y paz.
Termino el partido, y pude oír rumores entre bocas de que había perdido, y según decían, por goleada. Pero no me molestó, no. Fue más que un partido; más que un resultado. Y desde ese entonces la victoria me la llevé yo.
Ese detalle, ese el del banco que se burló de mí, ya no puede verme a la cara.


A cada beso un gol.

domingo, 23 de enero de 2011

.



Del ardor de un fuego

Que no logré ver

A las cenizas mojadas,

Que vi pasar ayer.

Puedo pasar,

A tantas cosas.


De ese calibre que amenaza ganarle al sol

De esos roces inquietos que surgieron de los dos.